Los
antófilos, conocidos comúnmente como abejas, son un clado de insectos
himenópteros, sin ubicación en categoría taxonómica, dentro de la superfamilia
Apoidea. Se trata de un linaje monofilético con más de 20 000 especies
conocidas. Las abejas, al igual que las hormigas, evolucionaron a partir de
avispas. Los antepasados de las abejas eran miembros de la familia Crabronidae
y eran depredadores de insectos. Es posible que las primeras abejas se hayan
alimentado del polen que cubría a algunas de sus presas y que, gradualmente,
hayan empezado a alimentar a sus crías con polen en vez de insectos.
Hay
muchas más especies que aún no han sido descritas. Se las encuentra en todos
los continentes, excepto en la Antártida. Están en todos los hábitats donde hay
plantas con flores (magnoliofitas o angiospermas). Están adaptadas para
alimentarse de polen y néctar, usando el primero fundamentalmente como alimento
para las larvas y el segundo como material energético. La especie mejor
conocida por todos es la abeja doméstica (Apis mellifera), a veces simplemente
llamada “abeja”; esta especie es un insecto social que vive en enjambres
formados por tres clases de individuos: reina, obreras y zánganos; sin embargo,
la mayoría de las especies de abejas son solitarias, es decir, que no forman
enjambres. Existe también un número de especies semisociales, con capacidad de
formar colonias; por ejemplo, los abejorros. Estas colonias no llegan a ser tan
grandes ni duraderas como las de la abeja doméstica.
Comunicación
Las
abejas de la miel pueden avisar al resto del enjambre acerca de la presencia de
alimento y de su dirección. El sistema que utilizan es una danza, denominada la
danza de la abeja: una serie de movimientos del cuerpo de la abeja emisora que
son captados por las antenas de las otras. La danza adquiere dos formas: una
circular, si la fuente de alimentación se encuentra a menos de cincuenta
metros, y una abdominal en forma de ocho, que también indica la dirección, si
el alimento se halla más lejos.
Haplodipoidía y la determinación
del sexo
Las
abejas, al igual que otros himenópteros tienen un sistema de determinación del
sexo, llamado haplodipoidía, en que los machos son haploides y las hembras
diploides. Esta situación hace que las hembras hijas de una misma madre
compartan una mayor proporción de genes que en otras situaciones. Esto
predispone a la socialidad en que los miembros de un mismo nido se benefician
genéticamente de la ayuda mutua más que si compartieran una proporción menor de
genes.
En
las especies haplodiploides, las hembras se desarrollan de huevos fertilizados
o diploides y los machos de huevos haploides (con una sola copia de cada gen).
Las hijas comparten el 100% de los genes del padre y 50% de la madre. Así es
que las hermanas comparten el 75% de sus genes. Es esta relación genética más
cercana que en otros casos que predispone a la eusocialidad. Las obreras no se
reproducen pero pasan sus genes a la siguiente generación cuando ayudan a criar
a sus hermanas. La eusocialidad ha surgido independientemente por lo menos nueve
veces en Hymenoptera.
Hay
excepciones, las termitas son eusociales pero no haplodiploides y muchas
especies de abejas carecen de socialidad aunque tengan el sistema
haplodiploide. Además en el caso en que una reina se aparea con varios machos,
las hijas de diferentes padres comparten solamente el 25% de sus genes. En conclusión
la haplodiploidía no es ni necesaria ni suficiente para conducir a la
eusocialidad.
Polinización
Las
abejas son los polinizadores más importantes de las plantas con flores o
magnoliófitas. Se calcula que la tercera parte de los alimentos humanos son
polinizados por insectos, fundamentalmente abejas.
La
mayoría de las abejas son de cuerpo velludo con pelos plumosos; llevan una
carga electrostática. Todo esto ayuda a que el polen se adhiera a su cuerpo.
Con sus patas transfieren el polen a las canastas de polen que pueden ser de
dos tipos: escopas o corbículas. Algunas especies de abejas son muy
especializadas y colectan polen de unas pocas especies de plantas, otras son
generalistas y visitan muchos tipos de flores diferentes. Pero en general
visitan flores de una sola especie por un período de tiempo antes de ir a otra
especie, lo cual es beneficioso para las plantas que requieren polen de la
misma especie para su fecundación. La abeja posee dos antenas (órganos del
olfato), que le sirven para localizar las flores, y dos pares de alas, muy
delgadas, que permiten a algunas especies, largos vuelos de hasta 12 km.
Asociaciones con flores
La
mayoría de las abejas son polilécticas (generalistas) que cosechan polen de una
variedad de plantas. Sin embargo, algunas son oligolécticas (especialistas),
que sólo recogen polen de unas pocas especies de plantas relacionadas,
generalmente dentro de una misma familia. Los polinizadores especialistas
también incluyen algunos que cosechan aceites florales en vez o además de
polen, también los machos de las abejas de las orquídeas que coleccionan
productos aromáticos de las orquídeas (uno de los pocos casos en que las abejas
machos son eficientes polinizadores). También son capaces de identificar los
diseños ultravioletas o los aromas de ciertas flores e incluso los campos
electromagnéticos. Una vez que la abeja llega a la flor hace uso de la calidad del
néctar y del sabor del polen para decidir si sigue visitando ese tipo de
flores.
En
raros casos una especie de plantas es polinizada efectivamente por una sola
especie de abejas. Algunas especies de plantas están en peligro de extinción,
al menos en parte, porque su polinizador también se encuentra en peligro. Sin
embargo, existe una marcada tendencia de que las abejas oligolécticas estén
asociadas con plantas comunes de amplia distribución que son visitadas por una
variedad de polinizadores. Por ejemplo hay alrededor de cuarenta oligolelos
asociados al arbusto de la creosota (Larrea tridentata) en las zonas áridas del
suroeste de Estados Unidos.
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